9/06/2005

El huracán anticapitalista

(También publicado en mi bitácora de Barrapunto el 8 de Septiembre de 2005)

Tras el paso del huracán Katrina por el sur de Estados Unidos hay un juicio que el espectador imparcial ha podido constatar una vez más: que cada uno interpreta la realidad de la forma que más se adapta a sus esquemas mentales. Este hecho, conocido e investigado sobradamente por los psicólogos cognitivos, nos basta para explicar el 90% de la producción de columnistas y comentadores profesionales. Si observan con cuidado, notarán que la gran mayoría de la opinión que se lee en los periódicos consiste en tomar un hecho reciente y elaborar sobre él cierto argumento que viene a confirmar que las ideas del autor --y ya puestos, del medio que le paga--, son las más veraces y certeras del mercado. Katrina no ha creado una excepción.

Podemos verlo, por ejemplo, en quienes han aprovechado para confirmar sus críticas al capitalismo. Resulta que la tardanza en evacuar a los afectados y la rotura de las presas prueban que el liberalismo es un error, puesto que es necesario un estado fuerte para enfrentarse a calamidades como esta. Por lo visto, el liberalismo propugna que se ignore a los ingenieros que advierten de que una presa puede romperse y también que se edifique bajo el nivel del mar y que, habiendo autobuses y helicópteros disponibles, estos se dejen aparcados mientras la gente necesita ayuda. Según parece, estos consejos se encuentran en Adam Smith y todos sus discípulos que, como bien se sabe, han elogiado siempre la incompetencia.

Pero puestos a ser tan superficiales, ¿no podríamos darle la vuelta a todos estos argumentos? La construcción y el mantenimiento de las presas era una tarea pública. Podríamos decir que la rotura prueba que estas tareas deben estar en manos privadas. Lo mismo en cuanto a la evacuación y el realojamiento: podría decirse que debieran haber sido encomendadas a un privado y hasta ahora inexistente "seguro de protección contra catástrofes naturales". Pero estas conclusiones son tan ilógicas como las opuestas.

¿Recuerdan el accidente de tren de Ladbroke Grove, en el Reino Unido, en el que hubo 31 muertos en 1999? Muchos dijeron que el problema estaba en que una compañía privada no podía hacerse cargo de la seguridad de las infraestructuras. Sin embargo, muy pocos recordaron entonces el accidente de un año antes, en el que un ICE descarriló y chocó contra un puente matando a 101 personas en Alemania, donde los ferrocarriles son gestionados por una empresa pública. Pero es que la tarea de hacer estadísticas, análisis cuidadosos y comentarios bien fundados es demasiado difícil. Es mucho más fácil usar cualquier acontecimiento para reafirmarnos en nuestras ideas previas.

Siendo rigurosos ningún sistema, ni gobierno ni empresa privada, estará nunca totalmente a salvo de la incompetencia. Y realmente hay muy poca gente que sostenga que el estado debe reducirse a cero y cruzarse de brazos cuando ocurre alguna calamidad. Debe, además, regular las actividades de todos para garantizar que los riesgos ante la incompetencia sean mínimos. Lo que el liberalismo económico sostiene es, sencillamente, que el estado no debe intervenir en los intercambios libres entre ciudadanos. Y nadie pone pegas a que paguemos con impuestos un sistema eficiente de protección ciudadana. Pero que no se diga que a partir de ahora las subvenciones agrícolas o las restricciones a la importación de textiles chinos están justificadas porque así un estado fuerte podrá echarnos una mano cuando venga el próximo huracán.

Que el estado debe existir no es algo que se cuestione con frecuencia. Cuál debe ser exactamente su extension y naturaleza es lo difícil de determinar. Y las actitudes de todo o nada, blanco o negro son buenas para dictar consignas pero poco serias en una discusión racional. Así pues, dejemos de simplificar nuestras ideas y las de nuestros oponentes. El huracán Katrina se ha llevado muchas vidas; esperemos que no nos robe también nuestra capacidad de crítica.

9/05/2005

El modelo de la Wikipedia

(Publicado en mi bitácora de Barrapunto el 8 de Agosto de 2005.)

La principal crítica que se hace a la Wikipedia o al uso de internet para buscar información es la ausencia de filtros para separar los mitos o las opiniones infundadas de la realidad. La democracia, se dice, no puede ser el árbitro de la verdad. Hay bulos que se han difundido hasta convencer a la mayoría de su veracidad. Por ejemplo, alguien comentó la leyenda sobre los millones que invirtó la NASA en diseñar un bolígrafo espacial, mientras los rusos usaban lápices. Mucha gente piensa que eso es cierto. Pero claro, algo no es más cierto porque más gente piense que lo es.

A esas afirmaciones no se las puede calificar sino de elemental sentido común. Pero quien las esgrime para criticar al modelo de la Wikipedia confunde absolutamente los términos y yerra el tiro, apuntando hacia el relativismo epistemológico para atacar a un proyecto que ni está hecho por cínicos postmodernistas que han dejado de creer en la verdad objetiva ni fomenta en modo alguno esta visión. El error de esos críticos ha aparecido incontables veces en la historia del pensamiento y consiste en confundir la verdad misma con los procedimientos que empleamos para descubrirla. La Wikipedia, en definitiva, no es más que una nueva forma de transmitir y evaluar el conocimiento, pero no se arroga la virtud metafísica de conformar la realidad.

Para entender lo que digo comparemos la Wikipedia con otras fuentes de conocimiento más tradicionales y veamos que en realidad no son cosas tan distintas. En el modelo tradicional, nos informábamos de un tema recurriendo a una autoridad. ¿Queríamos conocer la fecha de nacimiento de Alexander Hamilton? Pues recurríamos a un experto en este personaje. ¿Queríamos entender la fuerza de Coriolis? Pues preguntábamos a un catedrático de física. Por supuesto, dado que estas autoridades no siempre eran accesibles, se recurría a los libros y a enciclopedias como la Britannica, escritas y supervisadas por escolares de prestigio. Ahora bien, nadie pensaba que las cosas fuesen ciertas sólo porque las decía melanito o funganito. No, es sólo que como no teníamos el tiempo o la capacidad de recabar la información por nosotros mismos o acceder a ella directamente, habiamos de guiarnos por un sistema de confianzas que la sociedad, con sus universidades, sus premios y sus estructuras de prestigio había construído para nosotros. Pero ¿quién otorgaba esa fiabilidad tan necesaria para que todo funcionara? ¿qué hacía, después de todo que a tal hombre lo llamáramos sabio distinguido y a tal otro charlatán? El principio sobre el que todo el sistema descansaba no era en definitiva sino el consenso social. Una opinión mayoritaría nos decía que los catedráticos de física eran los que más sabían de física y guiados por eso creíamos confiadamente en lo que nos decían tales señores.

En este momento internet entra en escena. Gracias a ella podemos estar en contacto directo con millones de personas de todo el planeta. Poco a poco, otro modelo parece posible. Tal vez esa figura de la autoridad, intermediaria entre el consenso social y el conocimiento, sea prescindible. Esa, y no otra, es la revolución de la Wikipedia. No pretende conformar nuevas verdades ni transformar las estructuras básicas del conocimiento, sólo hacer más transparente y directo el camino entre nosotros y las verdades que no podemos observar inmediatamente.

Nadie dice que la Wikipedia no tenga fallos, pero son esencialmente los mismos de los que adolecía el modelo autoritario. Por ejemplo, es un mito común en la física la creencia de que la fuerza de Coriolis hace que el agua gire siempre en sentido diferente en los desagües de ambos hemisferios. Una falsedad tan fácil de refutar por la observación directa de un lavabo (la influencia de la fuerza de Coriolis es varios órdenes de magnitud menor que el efecto de imperfecciones o asimetrías en el recipiente o la rotación inicial del agua) se mantiene sin embargo en las aulas de física desde hace años. Yo mismo que oído a profesores y catedráticos recitarla una y otra vez sin cuestionarla. La Wikipedia, sin embargo, menciona el asunto y el error sin dejarse engañar.

Hoy vemos crecer y fortalecerse al modelo Wikipedia. Nadie sabe cómo será el futuro, así que no podemos decir si las autoridades del conocimiento desaparecerán o convivirán felizmente con las nuevas formas de transmisión del saber. Lo que sí sabemos es que la Wikipedia, aún en su niñez, es ya una fuente inabarcable de conocimientos que haríamos mal en despreciar. Y la fiesta no ha hecho sino empezar.